Comentario
CAPITULO XLIX
Continúa confirmando en su Misión: recibe la noticia del
nuevo Superior Gobierno: viene a visitar y a confirmar en
estas Misiones del Norte, en donde recibió la noticia de la
muerte del Exmô. Señor Virrey Bucareli.
El retiro a su Misión de San Carlos, que al parecer le había de servir de descanso, era para más ejercitarse en el ministerio Apostólico, pues luego se puso a la continua labor del Catequismo de los Gentiles, y ya instruidos, en bautizarlos, y disponer a los Neófitos para confirmarlos, en cuyos santos ejercicios se mantuvo mientras estaba en su Misión, y siempre que se regresaba a ella le parecía, por lo que veía en los demás, que él era el más perezoso y tibio; pues solía decir: "Edificado vengo de lo que trabajan, y he visto han trabajado en las demás Misiones: aquí siempre nos quedamos atrás."
En este cotidiano ejercicio se hallaba el fervoroso Padre cuando por junio de 79 por la Fragata que llegó con los víveres y avíos recibió la noticia de haber segregado del Gobierno del Exmô. Señor Virrey de la N. E. todas las Provincias Internas, contando entre ellas las Californias, y creado por S. M. un Comandante y Capitán General como Jefe de todas ellas, que lo era D. Teodoro de Croix, cuya residencia había de ser en la Provincia de Sonora, a quien se había de recurrir, como que en él residía el Superior Gobierno de las Internas Provincias de la N. E.
Esta novedad tan impensada en estos nuevos Establecimientos no dejó de contristar a S. R. (aunque siempre muy resignado a la voluntad de Dios, en quien tenía puesta su confianza). Consideraba que mientras el nuevo Jefe tomaba asiento, ponía en corriente su Comandancia, y se imponía en tantos asuntos que de nuevo entraba a su cargo, podía retardar las providencias para estos nuevos Establecimientos, y principalmente las fundaciones de la Canal, que el año anterior con acuerdo del Señor Gobernador había pedido al Exmô. Señor Virrey; y no corriendo ya a su cargo era preciso hubiese demora. Pero el afecto grande que el Exmô. Señor Bucareli había cobrado al V. P. Junípero, y la atención que le debían sus espirituales proyectos, no le dieron lugar a olvidarlos, sino que los recomendó al nuevo Comandante, como lo expresa en la Carta que dicho Señor Comandante General antes de llegar a su destino escribió al V. P. Presidente, de la que es copia la siguiente.
Copia de la Carta del Comandante General
"Los informes de S. Excâ. y el contenido de las Cartas que V. P. le dirige me persuaden la actividad de su celo, su religiosidad y prudencia en el gobierno de esas Misiones, y trato de los Indios y solicitud de su verdadera felicidad. Yo en el día no puedo resolver en los auxilios que V. P. pide por los motivos que manifiesto a ese Gobernador; mas espero brevemente hallarme en estado de satisfacer su celo, y de trabajar infatigable al bien de esos nuevos Establecimientos, para cuyo logro confío contribuya V. P. no sólo continuando su acertadísima conducta, sino ilustrándome con sus avisos y reflexiones.
V. P. hallará en mí cuanto pueda desear para la propagación de la Fe y gloria de la Religión, y le encargo que con todos los Religiosos ruegue a Dios por la prosperidad y buen éxito de mis importantes comisiones, como yo le pido por la salud de V. P. y que en ella le guarde muchos años. Querétaro 15 de agosto de 1777. =El Caballero de Croix=M. R. P. Presidente Fr. Junípero Serra."
Esta Carta que tardó algo a llegar a manos del V. Padre Presidente mitigó algo la pena que tenía en su corazón. Consideraba la demora ya premeditada con la mutación de Gobierno tan distante de México, y en la Capital de la Comandancia no tener quien pudiese dar calor como lo tenía en México con el Colegio. Estas consideraciones le hacían avivar más las oraciones a Dios para que mirase esta causa como tan suya. Agravósele el habitual accidente que no le dio lugar a venir a estas Misiones del Norte a confirmar hasta octubre en el tiempo que estaban fondeadas en este Puerto las dos Fragatas que venían del registro de la Costa de la altura, de que hablé en el Capítulo 33.
Deseaban los Señores Oficiales de dichas Fragatas así los Capitanes, como el Comandante de la Expedición (que todos lo habían tratado en Monterrey) el ver a S. R.; pero habiendo escrito que según se hallaba no juzgaba el poderse poner en camino, lo hicieron los Señores, enviando el Comandante D. Ignacio Arteaga a los dos Capitanes, su segundo D. Fernando Quirós, y a Don Juan Francisco de la Bodega y Quadra, a fin únicamente de visitar a S. R. enviando al mismo tiempo uno de los Cirujanos Reales de la Expedición para medicinarlo. Logré la ocasión de acompañar a los señores deseoso de ver a mi amado P. Lector. Llegamos el día 11 de octubre a la Misión de Santa Clara, y en la misma hora y punto llegó también el V. P. Junípero, que de repente se le puso el ponerse en camino para estas Misiones, a fin de hacer Confirmaciones, y de paso lograr el ver a los Señores de la Expedición, atropellando con el accidente, y poniendo toda la confianza en Dios; pero llegó tal que no se podía tener en pie, y no era para menos, pues anduvo en dos días el camino de veintisiete leguas; y cuando los Señores y Cirujano vieron la hinchazón de la pierna y pie con la llaga, decían que sólo de milagro podía andar; pero lo que es cierto que anduvo dicho camino, y nos dejó a todos llenos de gozo y admiración por la casualidad de llegar a un mismo tiempo S. R. que venía del Sur, y nosotros del Norte, sin que procediese aviso ni de una parte ni de otra. Expresaron los Señores con extraordinarias demostraciones el gusto que tenían de ver a S. R. haciéndole el cumplido de parte del Señor Comandante.
El día siguiente que trató el Cirujano de aplicarle algún remedio, le dijo S. R. mejor será que lo dejemos para cuando lleguemos a la Misión de N. Padre, no sea que se empeore, y me imposibilite: así anduvo a pie, como si tal accidente no tuviera, y lo que mas admiró fue, el que luego se puso a bautizar unos Catecúmenos, para lo que convidó a los Señores para Padrinos, que quedaron admirados de que pudiese S. R. estar en pie tanto como duró la función, que decían los Capitanes que se habían cansado, aunque muy enternecidos de la devoción con que el R. P. hacía las santas ceremonias del Bautismo de los Adultos.
Nos mantuvimos dos días en la Misión, y el día 14 salimos para ésta de N. S. P. en que gastamos día y medio para andar las quince leguas, y así llegamos el día 15. Fue su llegada de extraordinaria alegría y gozo para toda la Gente, así de mar como de tierra; dio las gracias al Señor Comandante de la fineza de haberle enviado a los Señores, como también los parabienes de la felicidad de la Expedición. "No sé (dijo S. R.) con qué corresponder a tanta fineza. Corresponderé con confirmarle los muchos de la Tripulación, que no estarán confirmados; y así podrá dar la orden para que se preparen para ello": Así lo hizo; y el día 21 de dicho octubre después de Misa cantada, en la que hizo una fervorosa Plática del Santo Sacramento de la Confirmación, lo administró así a los Indios como a los Españoles y Gente de mar que no estaban confirmados; y continuó otros tres días en hacer Confirmaciones, para que no quedase Persona alguna sin confirmar; y bautizó a doce Gentiles, convidando a los Señores Oficiales para Padrinos, que lo agradecieron mucho, e inmediatamente los confirmó, como también tuvo el gusto de confirmar los tres recién bautizados del Puerto de Bucareh.
En solo este santo ejercicio pensaba S. R. olvidando totalmente su accidente; pero no se olvidaron los Señores Cirujanos; y queriendo ponerlo en cura se excusó diciendo: que con lo que había descansado se sentía mejor: que el accidente sin duda como de tantos años, necesitaría de larga cura; y como su detención era de pocos días, sería por demás el empezar la cura, que mejor sería dejarla para el Médico Divino.
A los nueve días de estar S. R. en esta Misión llegó Correo por tierra de la antigua California con la triste noticia de la muerte del Exmô. Señor Virrey Bucareli, y de la publicación de la Guerra con Inglaterra, que causó a todos gran tristeza por haber perdido un tan celoso Virrey; y esta funesta noticia junto con la publicación de la Guerra obligó a los Señores a navegar cuanto antes para San Blas; así lo practicaron saliendo de este Puerto el último día de octubre, quedando en esa Misión el V. P. Presidente, para quien fue mayor la pena de la muerte de su grande Bienhechor y Protector para esta espiritual Conquista el Exmô. Señor Bucareli; que aunque ya no corría esta Provincia a cargo del Virreinato, sino de la nueva Comandancia general, consideraba que mucho podría valer su permanencia en el Virreinato, a lo menos para contener los atrasos que pudieran ocurrir con esta pena (aunque siempre confiando en Dios) salió mi V. P. Presidente de esta Misión el día 6 de noviembre, dejando confirmados a todos los Neófitos, y pasó a practicar lo propio a la Misión de Santa Clara, en la que se detuvo algunos días para confirmar así a los Neófitos, como a los de la Tropa y Vecinos del Pueblo de San José de Guadalupe, que no estaban confirmados; y con este mérito y algo aliviado de su accidente se retiró a su Misión de San Carlos.